Thursday, May 28, 2009

Los primeros tubos de respiración




Se sabe, gracias a Aristóteles, que los buceadores de la antigüedad disponían de un instrumento que no volvio a utilizarse hasta que lo desarrollaron nuevamente los pioneros del buceo del siglo XX: el tubo de respiración. Leonardo Da Vinci invento uno de ellos.

Los inventores de la época deseaban dotar a los buceadores de combate o de salvamento de largos tubos respiratorios, que con frecuencia median varios metros. Pero entonces no se conocían aun las leyes de la presión, que impiden el aprovisionamiento de aire en tales circunstancias. Si un hombre provisto de un tubo de respiración de 10 metros de longitud se encuentra a esta profundidad, su caja torácica soporta una presión de dos atmósferas. Pero dentro del tórax continua existiendo una presión igual a la reinante en la superficie del agua (una atmósfera) (ver post "Efectos del incremento de presión bajo el agua") ya que esta unido a ella mediante el tubo de respiración. Nuestra musculatura, relativamente débil, no puede dilatar totalmente la caja torácica para aspirar si ha de vencer una presión adicional superior a 1/10 de atmósfera. Al contrario de lo que ocurre con el buceador autónomo, en cuyos órganos respiratorios aumenta la presión gracias a la compresión de aire en su interior, en la caja torácica del buceador provisto de tubo respirador, el aire no se torna mas denso ya que el sobrante escapa a la superficie.




Tubo de respiracion diseñado por Leonardo Da Vinci en el año 1500


Además, el buceador con respirador carece, a una profundidad de 10 metros, de la fuerza suficiente para expulsar por el tubo la totalidad del aire ya utilizado. Con el aire fresco aspirado vuelve así a los pulmones una considerable cantidad de aire viciado, y el contenido de oxigeno se va reduciendo progresivamente. Esta circunstancia se hace sentir a una profundidad bastante menor que la de 10 metros. A un metro por debajo de la superficie solo se puede respirar durante unos treinta segundos utilizando un respirador.

Fuente: "El Gran Libro de los Océanos" (1971) Reader`s Digest.



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