Friday, March 27, 2009

Los buceadores de la antiguedad I


Al buceador de la antigüedad le movía indudablemente menos la codicia que la simple necesidad de conquistar las profundidades del mar. Las poblaciones de muchas ciudades, e incluso naciones enteras, se encontraban entonces, con frecuencia, ante la misma situación que afronta hoy la humanidad en pleno: los productos de la agricultura no eran suficientes para alimentarlas. Y el fondo del mar, entonces como ahora, ofrecía una solución: los moluscos significaban un valioso alimento, y las perlas, el coral y las esponjas eran artículos codiciados por otros pueblos que tenían productos alimenticios que vender.

Además, el progreso de la técnica exigía cada vez con mayor intensidad el empleo de buceadores en obras realizadas bajo el agua, sobre todo en la construcción de puertos. Antes del nacimiento de Cristo algunos puertos eran tan perfectos técnicamente que incluso los ingenieros modernos podrían aprender de sus constructores.

El trafico marítimo experimento un poderoso impulso, pero como los conocimientos náuticos apenas progresaron, las tormentas, los escollos y los bajos exigían un gigantesco tributo a la negación. Y los piratas y las flotas de guerra echaban a pique innumerables barcos mercantes. Así surgió un nuevo campo de trabajo para los buceadores expertos, que igual rescataban tesoros de oro y plata y obras de arte de mármol y bronce.

El buceo era en la antigüedad un oficio propio de las clases bajas y, debido a la poca consideración que se le otorgaba, son extraordinariamente raros los buceadores que se granjearon fama y honores. Uno de ellos fue el griego Skyllias, natural de Esciona, población de la península Calcídica.

Durante la segunda guerra medica (alrededor del año 500 A.C.) el griego Skyllias y su hija Hydna rescataron para el rey Jerjes numerosos tesoros hundidos. Pero cuando Jerjes amenazo a Grecia con su flota, Skyllias e Hydna aprovecharon una tormenta que había conducido a los barcos persas frente al cabo de Sepias para cortar los cables de las anclas de muchos de ellos y huir. "Hombres y botes se hundieron entonces, y la flota persa entera quedo aniquilada sin gloria...", dice un epigrama griego comentando el suceso. Evidentemente la tormenta arrastro los barcos contra el cabo y allí quedaron destrozados.

Fuente: "El Gran Libro de los Océanos" (1971) Reader`s Digest.


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